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domingo, 20 de octubre de 2024

Preparación para la Consagración Total a la Santísima Virgen - Dia 9

Primera Parte

Doce días preliminares

Tema: El espíritu del mundo

Examina tu conciencia, reza, practica la renuncia a tu propia voluntad; mortificación, pureza de corazón. Esta pureza es la condición indispensable para contemplar a Dios en el cielo, verle en la tierra y conocerle a la luz de la fe.

La primera parte de la preparación se deberá emplear en vaciarse del espíritu del mundo, que es contrario al espíritu de Jesucristo. El espíritu del mundo consiste en esencia en la negación del dominio supremo de Dios, negación que se manifiesta en la práctica del pecado y la desobediencia; por tanto es totalmente opuesto al espíritu de Jesucristo, que es también el de María.

Esto se manifiesta por la concupiscencia de la carne, por la concupiscencia de los ojos y por el orgullo como norma de vida, así como por la desobediencia a las leyes de Dios y el abuso de las cosas creadas. Sus obras son el pecado en todas sus formas; en consecuencia todo aquello por lo cual el demonio nos lleva al pecado; obras que conducen al error y oscuridad de la mente y seducción y corrupción de la voluntad. Sus pompas son el esplendor y las artimañas empleadas por el demonio para hacer que el pecado sea deleitoso, en las personas, sitios y cosas. 

Meditación del Día 9

El fuego prueba al hierro, y la tentación al hombre justo

Muchas veces no sabemos lo que podemos; mas la tentación descubre lo que somos.
Debemos pues, velar principalmente al venir la tentación; porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma, y se le resiste al umbral luego que toca.

Atajar al principio el mal procura: Si llega a echar raíz, tarde se cura. Porque primeramente se ofrece al ánima sólo el pensamiento sencillo; después, la importuna imaginación; luego, la delectación y el torpe movimiento, y el consentimiento. Y así entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo por no resistirle al principio.

Y cuanto más tiempo fuere uno perezoso en resistir, tanto se hace cada día más flaco, y el enemigo contra él más fuerte. Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión, y otros, al fin. Pero otros son molestados casi por toda su vida.

Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y el juicio de la divina Providencia, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de sus escogidos.

Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados, sino antes rogar a Dios con mayor fervor que sea servido de ayudarnos en toda tribulación; el cual, sin duda, según el dicho de San Pablo, nos dará el auxilio junto con la tentación para que la podamos resistir.

Humillemos, pues, nuestras almas bajo la mano de Dios en toda tribulación y tentación, porque El salvará y engrandecerá a los humildes de espíritu.En las tentaciones y adversidades se ve cuánto uno ha aprovechado y en ellas consiste el mayor merecimiento y se conoce mejor la virtud.

Imitación de Cristo, libro I, cap.13)

Lectura del Tratado de la Verdadera Devoción

Puntos 78 - 89

c) Debemos revestirnos del hombre nuevo, Jesucristo.

Tercera verdad

78. Nuestras mejores acciones quedan de ordinario manchadas e infectadas a causa de las malas inclinaciones que hay en nosotros. Cuando se vierte agua limpia y clara en una vasija que huele mal o vino en una garrafa maleada por otro vino, el agua clara y el buen vino se dañan y toman fácilmente el mal olor.

Del mismo modo, cuando Dios vierte en nuestra alma, infectada por el pecado original y actual, sus gracias y rocíos celestiales o el vino delicioso de su amor, sus bienes se deteriora y echan a perder ordinariamente a causa de la levadura de malas inclinaciones que el pecado ha dejado en nosotros. Y nuestras acciones, aún las inspiradas por las virtudes más sublimes, se resisten de ello.

Es por tanto, de suma importancia para alcanzar la perfección que sólo se adquiere por la unión con Jesucristo liberarnos de lo malo que hay en nosotros. De lo contrario, el Señor, que es infinitamente santo y detesta hasta el menor mancha en el alma, nos rechazará de su presencia y no se unirá a nosotros.

79. Para liberarnos o vaciarnos de nosotros mismos debemos:

1° conocer bien, con la luz del Espíritu Santo, nuestras malas inclinaciones, nuestra incapacidad para todo bien concerniente a la salvación, nuestra continúa inconstancia, nuestra indignidad para toda gracia y nuestra iniquidad en todo lugar. El pecado de nuestro primer padre nos perjudicó a todos casi totalmente, nos dejó agriados, engreídos e infectados, como la levadura agria, levanta e infecta toda masa en que se la pone.Nuestros pecados actuales, mortales o veniales, aunque estén perdonados, han acrecentado la concupiscencia, debilidad, inconstancia y corrupción naturales y dejado huellas de maldad en nosotros.

Nuestros cuerpos se hallan tan corrompidos, que el Espíritu Santo los llama cuerpos de pecado, concebidos en pecado, alimentados en el pecado y capaces de todo pecado. Cuerpos sujetos a mil enfermedades, que de día en día se corrompen y no engendran sino corrupción.

Nuestra alma, unida al cuerpo, se ha hecho tan carnal, que la Biblia la llama carne. Tenemos por herencia el orgullo y la ceguera y la inconstancia en el alma, la concupiscencia, las pasiones rebeldes y las enfermedades en el cuerpo. Somos, por naturaleza, más soberbios que los pavos reales, más apegados a la tierra que los sapos, más viles que los cabros, más envidiosos que las serpientes, más glotones que los cerdos, más coléricos que los tigres, más perezosos que las tortugas, más débiles que las cañas y más inconstantes que las veletas.

En el fondo no tenemos sino la nada y el pecado y sólo merecemos la ira divina y la condenación eterna.

80. Siendo esto así, ¿porqué maravillarnos de que el Señor haya dicho que quien quiera seguirle debe renunciarse a sí mismo y odiar su propia alma? ¿Y que el que ama su alma la perderá y quien la odia la salvará? Esta infinita Sabiduría que no da prescripciones sin motivo no nos ordena el odio a nosotros mismos, sino porque somos extremadamente dignos de odio: nada tan digno de amor como Dios, nada tan digno de odio como nosotros mismos.

81. 2° morir todos los días a nuestro egoísmo, es decir, renunciar a las operaciones de las potencias del alma y de los sentidos, ver como si no viéramos, oír como si no oyéramos, servirnos de las cosas de este mundo como si no nos sirviéramos de ellas. Es lo que San Pablo llama "morir cada día" "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo y no produce fruto"... Si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones no nos llevan a esta muerte necesaria y fecunda, no produciremos fruto que valga la pena y nuestras devociones serán inútiles; todas nuestras obras de virtud quedarán manchadas por el egoísmo y la voluntad propia; Dios rechazará los mayores sacrificios y las mejores acciones que ejecutemos; a la hora de la muerte nos encontraremos con las manos vacías de virtudes y méritos y no tendremos sin una chispa de ese amor puro que sólo se comunica a quienes han muerto a si mismos y cuya vida está escondida con Cristo en Dios.

82. 3° escoger entre las devociones a la Santísima Virgen la que nos lleve más perfectamente a dicha muerte al egoísmo por la mejor y más santificadora. Porque no hay que creer que es oro todo lo que reluce, ni miel todo lo dulce, ni el camino más fácil y lo que practica la mayoría es lo más eficaz para la salvación. Así como hay secretos naturales para hacer en poco tiempo, pocos gastos y gran facilidad ciertas operaciones naturales, también hay secretos en el orden de la gracia para realizar en poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales, liberarte del egoísmo, llenarte de Dios y hacerte perfecto.

La práctica que quiero descubrirte es uno de esos secretos de la gracia, ignorando por gran número de cristianos, conocido de pocos, devotos, practicado y saboreado por un número aún menor. Expongamos la cuarta verdad como consecuencia de la tercera antes de descubrir dicha práctica.

d. La acción maternal de María facilita el encuentro personal con Cristo.

Cuarta verdad.

83. Es más perfecto, porque es más humilde, no acercarnos a Dios por nosotros mismo, sin acudir a un mediador. Estando tan corrompida nuestra naturaleza como acabo de demostrar, si nos apoyamos en nuestros propios esfuerzos, habilidad y preparación para llegar hasta Dios y agradarle, ciertamente nuestras obras de justificación quedarán manchadas o pesarán muy poco delante de Dios para comprometerlo a unirse a nosotros y escucharnos.

Porque no sin razón nos ha dado Dios mediadores ante si mismo. Vio nuestra indignidad e incapacidad, se apiadó de nosotros y para darnos acceso a sus misericordias nos proveyó de poderosos mediadores ante su grandeza. Por tanto, despreocuparte de tales mediadores y acercarte directamente a la santidad divina sin recomendación alguna, es faltar a la humildad y respeto debido a un Dios tan excelso y santo, hacer menos caso de este Rey de reyes del que harías de un soberano o príncipe de la tierra, a quien no te acercarías sin un amigo que hable por ti.

84. Jesucristo es nuestro abogado y mediador de Redención ante el Padre. Por El debemos orar junto con la Iglesia triunfante y militante. Por El tenemos acceso ante la Majestad divina y, sólo apoyados en El revestidos de sus méritos, debemos presentarnos ante Dios, así como el humilde Jacob compareció ante su padre Isaac para recibir la bendición, cubierto con pieles de cabrito.

85. Pero, ¿no necesitamos acaso un mediador ante el mismo Mediador? ¿Bastará nuestra pureza a unirnos a El directamente y por nosotros mismos? ¿no es El acaso Dios igual en todo a su Padre y, por consiguiente, el Santo de los santos, tan digno de respeto como su Padre? Si, por amor infinito, se hizo nuestro fiador y mediador ante el Padre, para aplacarlo y pagarle nuestra deuda ¿será esto razón para que tengamos menos respeto y temor para con su majestad y santidad?

Digamos, pues, abiertamente con San Bernardo que necesitamos un mediador ante el Mediador mismo y que la excelsa María es la más capaz de cumplir este oficio caritativo. Por Ella vino Jesucristo a nosotros y por ella debemos nosotros ir a El.

Si tememos ir directamente a Jesucristo-Dios, a causa de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o pecados, imploremos con filial osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre.

Ella es tierna y bondadosa.

En Ella no hay nada austero o terrible, ni excesivamente sublime o deslumbrante. Al verla, vemos propia naturaleza. 

No es el sol que con la viveza de sus rayos podría deslumbrarnos a causa de nuestra debilidad. Es hermosa y apacible como la luna, que recibe la luz del sol para acomodarla a la debilidad de nuestra vista.

María es tan caritativa que no rechaza a ninguno de los que imploran su intercesión, por más pecador que sea, pues como dicen los santos jamás se ha oído decir que alguien haya acudido confiada y perseverantemente a ella y haya sido rechazado.

Ella es tan poderosa que sus peticiones jamás han sido desoídas. Bástale presentarse ante su Hijo con alguna súplica, para que El la acepte y reciba y se deje vencer amorosamente por las entrañas, suspiros y súplicas de su Madre queridísima.

86. Esta doctrina sacada de los escritos de San Bernardo y San Buenaventura. Según ellos, para llegar a Dios tenemos que subir tres escalones:

· el primero, más cercano y adaptado a nuestra posibilidades, es María,
· el segundo, es Jesucristo y· el tercero es Dios Padre.

Para llegar a Jesucristo hay que ir a María nuestra Mediadora de intercesión. Para llegar hasta el Padre hay que ir al Hijo, que es nuestro Mediador de Redención.Este es precisamente el orden que se observa en la forma de devoción de la que hablaré más adelante. 

e) Llevamos el tesoro de la gracia en vasos de arcilla.

Quinta verdad.

87. Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y fragilidad, conservar las gracias y tesoros de Dios, porque

1° llevamos este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasos de barro, en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante que por nada se turba y abate.

88. 2° los demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de improviso para robarnos. Espían día y noche el momento favorable para ello. Nos rodean incesantemente para devorarnos y arrebatarnos en un momento por un solo pecado todas las gracias y méritos logrados en muchos años. Su malicia, su pericia, su astucia y número deben hacernos temer infinitamente esta desgracia. Ya que personas más llenas de gracias, más ricas en virtudes, más experimentadas y elevadas en santidad que nosotros, han sido sorprendidas, robadas y saqueadas lastimosamente. ¡Ah! ¡Cuántos cedros del Líbano y estrellas del firmamento cayeron miserablemente y perdieron en poco tiempo su elevación y claridad! Y, ¿cuál es la causa? No fue la falta de gracia. Que Dios a nadie la niega. Sino ¡falta de humildad!

Se creyeron más fuertes y poderosos de lo que eran. Se consideraron capaces de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí mismos y se apoyaron en sus propias fuerzas. Creyeron bastante segura su casa y suficientemente fuertes sus cofres para guardar el precioso tesoro y, por este apoyo imperceptible en sí mismo aunque les parecía que se apoyaban solamente en la gracia de Dios el Señor, que es la justicia misma, permitió que fueran saqueados abandonados a sí mismos.

¡Ay! Si hubieran conocido la devoción admirable que a continuación voy a exponer, habrían confiado su tesoro a una Virgen fiel y poderosa y Ella se lo habría guardado como si fuera propio y hasta se habría comprometido a ello en justicia.

89. 3° Es difícil perseverar en gracia, a causa de la espantosa corrupción del mundo. Corrupción tal que se hace prácticamente imposible que los corazones no se manchen, si no con su lodo, al menos, con su polvo. Hasta el punto de que es una especie de milagro el que una persona se conserve en medio de este torrente impetuoso, sin ser arrastrada por él; en medio de este mar tempestuoso, sin anegarse o ser saqueada por los piratas y corsarios; en medio de esta atmósfera viciada, sin contagiarse. Solo la Virgen fiel, contra quien nada pudo la serpiente, hace este milagro a favor de  aquellos que la sirven mejor que pueden. 

Después de la meditación de cada día, se han de rezar las siguientes oraciones.

Oraciones Diarias Correspondientes

Veni Creator Spiritus

Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne.

Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén.

Ave Maris Stella

Salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.

Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.

Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.

Muestra que eres nuestra Madre,
que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.

Virgen singular,
dulce como ninguna,
líbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.

Facilítanos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.

Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor.
Amén.

Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. 

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