Primera Parte
Doce días preliminares
Tema: El espíritu del mundo
Examina tu conciencia, reza, practica la renuncia a tu propia voluntad; mortificación, pureza de corazón. Esta pureza es la condición indispensable para contemplar a Dios en el cielo, verle en la tierra y conocerle a la luz de la fe.
La primera parte de la preparación se deberá emplear en vaciarse del espíritu del mundo, que es contrario al espíritu de Jesucristo. El espíritu del mundo consiste en esencia en la negación del dominio supremo de Dios, negación que se manifiesta en la práctica del pecado y la desobediencia; por tanto es totalmente opuesto al espíritu de Jesucristo, que es también el de María.
Esto se manifiesta por la concupiscencia de la carne, por la concupiscencia de los ojos y por el orgullo como norma de vida, así como por la desobediencia a las leyes de Dios y el abuso de las cosas creadas. Sus obras son el pecado en todas sus formas; en consecuencia todo aquello por lo cual el demonio nos lleva al pecado; obras que conducen al error y oscuridad de la mente y seducción y corrupción de la voluntad. Sus pompas son el esplendor y las artimañas empleadas por el demonio para hacer que el pecado sea deleitoso, en las personas, sitios y cosas.
Meditación del Día 7
En lo de fuera eran necesitados, pero en lo interior estaban con la gracia y divinas consolaciones recreados. Ajenos eran al mundo; mas muy allegados a Dios, del cual eran familiares y amigos.
Teníanse por nada cuando a sí mismos, y para con el mundo eran despreciados; mas en los ojos de Dios eran muy preciosos y amados.
Estaban en verdadera humildad; vivían en la sencilla obediencia; andaban en caridad y paciencia, y por eso cada día crecían en espíritu, y alcanzaban mucha gracia delante de Dios. Fueron puestos por dechados a todos los religiosos y más nos deben mover para aprovechar el bien, que no la muchedumbre de los tibios para aflojar y descaecer. ¡Oh! ¡Cuán grande fue el fervor de todos los religiosos al principio de sus sagrados institutos!
¡Cuánta la devoción de la Oración! ¡Cuánto el celo de la virtud! ¡Cuánta disciplina floreció! ¡Cuánta reverencia y obediencia al superior hubo en todas las cosas!
Aun hasta ahora dan testimonio de ello las señales que quedaron, de que fueron verdaderamente varones santos y perfectos que, peleando tan esforzadamente, vencieron al mundo. Ahora ya se estima en mucho aquel que no es transgresor, y si con paciencia puede sufrir lo que aceptó por su voluntad.
¡Oh tibieza y negligencia de nuestro estado, que tan presto declinamos del fervor primero, y nos es molesto el vivir por nuestra flojedad y tibieza!
¡Pluguíese a Dios que no durmiese en ti el aprovechamiento de las virtudes, pues viste muchas veces tantos ejemplos de devotos!
(Imitación de Cristo, libro I, cap. 18)
Lectura del Tratado de la Verdadera Devoción
Puntos 60 - 67
a. Fundamentos teológicos del culto a María
60. Acabo de exponer brevemente que el culto a la Santísima Virgen nos es necesario. Es preciso decir ahora en qué consiste. Lo haré, Dios mediante, después de clarificar algunas verdades fundamentales que iluminarán la grande y sólida devoción que quiero dar a conocer a Jesucristo, fin último del culto a la Santísima Virgen
Primera verdad.
61. El fin último de toda devoción debe ser Jesucristo, Salvador del mundo, verdadero Dios y verdadero hombre. De lo contrario, tendríamos una devoción falsa y engañosa. Jesucristo es el Alfa y la Omega, el principio y fin de todas las cosas. La meta de nuestro misterio escribe San Pablo "es que todos juntos nos encontremos unidos en la misma fe... y con eso se logrará el hombre perfecto que, en la madurez de su desarrollo, es la plenitud de Cristo". Efectivamente, sólo en Cristo "permanece toda la plenitud de Dios, en forma corporal" y todas las demás plenitudes de gracia, virtud y perfección. Sólo en Cristo hemos sido beneficiados "con toda clase de bendiciones espirituales".
Porque El es el único Maestro que debe enseñarnos,
el único Señor de quien debemos depender,
la única Cabeza a la que debemos estar unidos,
el único Modelo a quien debemos conformarnos,
el único Médico que debe curarnos,
el único Pastor que debe apacentarnos,
el único Camino que debe conducirnos,
la única Verdad que debemos creer,
la única Vida que debe vivificarnos y
el único Todo que en todo debe bastarnos.
"No se ha dado a los hombres sobre la tierra otro Nombre por el cual podamos ser salvados", sino el de Jesús.
Dios no nos ha dado otro fundamento de salvación, perfección y gloria, que Jesucristo. Todo edificio que no esté construido sobre la roca firme, se apoya en arena movediza y tarde o temprano caerá infaliblemente.
Quien no esté unido a Cristo como el sarmiento a la vid, caerá, se secará y lo arrojará al fuego. Sí en cambio; permanecemos en Jesucristo y Jesucristo en nosotros, se acabó para nosotros la condenación, ni los ángeles del cielo, ni los hombres de la tierra, ni los demonios del infierno, ni creatura alguna podrá hacernos daño, porque nadie podrá separarnos de la caridad de Dios que está en Cristo Jesús.
Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo lo podemos todo:
· tribular al Padre en unidad del Espíritu Santo todo honor y gloria,
· hacernos perfectos y ser olor de vida eterna para nuestro prójimo.
62. Por tanto, si establecemos la sólida devoción a la Santísima Virgen es sólo para establecer más perfectamente la de Jesucristo y ofrecer un medio fácil y seguro para encontrar al Señor. Si la devoción a la Santísima Virgen apartarse de Jesucristo, habría que rechazarla como ilusión diabólica. Pero como ya he demostrado y volveré a demostrarlo más adelante sucede todo lo contrario. Esta devoción no es necesaria para hallar perfectamente a Jesucristo, amarlo con ternura y servirlo con fidelidad.
63. Me dirijo a Ti, por un momento, mi amabilísimo Jesús, para quejarme amorosamente ante tu divina Majestad, de que la mayor parte de los cristianos, aún los más instruidos, ignoran la estrechísima unión que te liga a tu Madre Santísima. Tú, Señor, estás siempre con María y María está siempre contigo: de lo contrario dejaría de ser lo que es; María está de tal manera trasformada en Ti por la gracia, que Ella ya no vive ni es nada: Tú, Jesús mío, vives y reinas en Ella más perfectamente que en todos los ángeles y santos.
¡Ah! Si te conociera la gloria y amor que recibes en esta creatura admirable, ¡Se tendrían hacia Ti y hacia Ella sentimientos muy diferentes de los que aho9ra se tienen! Ella se halla tan íntimamente unida a Ti que sería más fácil o separar la luz del sol, el calor del fuego, más aún, sería más fácil separar de Ti a todos los ángeles y santos que a la excelsa María: porque Ella te ama más ardientemente y te glorifica con mayor perfección que todas las demás creaturas juntas.
64. ¿No será, pues, extraño y lamentable, amable Maestro mío, el ver la ignorancia y oscuridad de todos los hombres respecto a tu santísima Madre? No hablo de tantos idólatras y paganos: no conociéndote a Ti, tampoco a Ella la conocen. Tampoco hablo de los herejes y cismáticos: separados de Ti y de tu Iglesia, no se preocupan de ser devotos de tu Madre. Hablo, si, de los católicos y aún de los doctores entre los católicos: ellos hacen profesión de enseñar a otros la verdad, pero no te conocen ni a Ti ni a tu Madre sino de manera especulativa, árida, estéril e indiferente. Estos caballeros hablan sólo rara vez de tu Sama. Madre y del culto que se debe. Tienen miedo, según dicen, a que se deslice algún abuso y se te haga injuria al honrarla a Ella demasiado. Si ven u oyen a algún devoto de María hablar con frecuencia de la devoción hacia esta Madre amantísima, con acento filial, eficaz y persuasivo, como de un medio sólido y sin ilusiones, de un camino corto y sin peligros, de una senda inmaculada y sin imperfección y de un secreto maravilloso para encontrarte y amarte debidamente, gritan en seguida contra él, esgrimiendo mil argumentos falsos, para probarle que no hay que hablar tanto de la Virgen, que hay grandes abusos en esta devoción y que es preciso dedicarse a destruirlos, que es mejor hablar de Ti en vez de llevar a las gentes a la devoción a la Santísima Virgen a quien ya aman lo suficiente.
Si alguna vez se les oye hablar de la devoción a tu Santísima Madre, no es, sin embargo, para defenderla o inculcarla, sino para destruir sus posibles abusos. Mientras carecen de piedad y devoción tierna para contigo, porque no la tienen para con María. Consideran el Rosario, el escapulario, la corona (cinco misterios) como devociones propias de mujercillas e ignorantes, que poco importan para la salvación. De suerte que, si encuentran al algún devoto de Santa María que reza el Rosario o practica alguna devoción en su honor, procuran cambiarle el espíritu y el corazón y le aconsejan que, en lugar del Rosario, rece los siete salmos penitenciales y, en vez de la devoción a la Santísima Virgen, le exhortan a la devoción a Jesucristo.
¡Jesús mío amabilísimo! ¿Tienen éstos tu espíritu? ¿Te agrada su conducta? ¿Te agrada quien, por temor a desagradarte, no se esfuerza por honrar a tu Madre? ¿Es la devoción a tu Santísima Madre obstáculo a la tuya? ¿Se arroga Ella para sí el honor que se le tributa? ¿Es, por ventura, una extraña, que nada tiene que ver contigo? ¿Quién la agrada a Ella, te desagrada a Ti? Consagrarse a Ella y amarla ¿será separarse o alejarse de Ti?
65. ¡Maestro amabilísimo! Sin embargo, si cuanto acabo de decir fuera verdad, la mayoría de los sabios justo castigo de su soberbia no se alejaría n más que ahora de la devoción a tu Santísima Madre ni mostrarían para con Ella mayor indiferencia de la que ostentan.¡Guárdame, Señor! ¡Guárdame de sus sentimientos y de su conducta! Dame participar en los sentimientos de gratitud, estima, respeto y amor que tienes para con tu Santísima Madre, a fin de que pueda amarte y glorificarte tanto más perfectamente, cuando más te limite y siga de cerca.
66. Y, como si no hubiera dicho nada acerca de tu Santísima Madre conédeme la gracia de alabarla dignamente, a pesar de todos sus enemigos que lo son tuyos y gritarles a voz en cuello con todos los santos: "No espere alcanzar misericordia de Dios quien ofenda a su Madre bendita".
67. Para alcanzar tu misericordia una verdadera devoción hacia tu Santísima Madre y difundir esta devoción por toda la tierra, concédeme amarte ardientemente y acepta para ello la súplica inflamada que te dirijo con San Agustín y tus verdaderos amigos:
"Tú eres, oh Cristo, mi Padre santo, mi Dios misericordioso, mi rey poderoso, mi buen pastor, mi único maestro, mi mejor ayuda, mi amado hermosísimo, mi pan vivo, mi sacerdote por la eternidad, mi guía hacia la patria, mi luz verdadera, mi dulzura santa, mi camino recto, mi Sabiduría preclara, mi humilde simplicidad, mi concordia pacífica, mi protección total, mi rica heredad, mi salvación eterna....
¡Cristo Jesús, Señor amabilísimo! ¿Por qué habré deseado durante la vida algo fuera de Ti, mi Jesús y mi Dios? ¿Dónde me hallaba cuando no pensaba en Ti? Anhelos todos de mi corazón, inflámense y desbórdense desde ahora hacia el Señor Jesús; corran, que mucho se han retrasado, apresúrense hacia la meta, busquen a quien buscan.
¡Oh Jesús! ¡Anatema quien no te ame! ¡Reboce de amargura quien no te quiera! ¡Dulce Jesús, que todo buen corazón dispuesto a la alabanza, te ame, se deleite en Ti, se admire ante Ti!
¡Dios de mi corazón! ¡Herencia mía, Cristo Jesús! ¡Desfallezca el latir de mi corazón! vive, Señor, en mí; enciéndase en mi pecho la viva llama de tu amor, acrézcase en incendio; arda siempre en el altar de mi corazón, queme en mis entrañas, incendie lo íntimo de mi alma, y que en el día de mi muerte comparezca yo consumado en tu presencia. Amén".
He querido transcribir esta maravillosa plegaria de San Agustín, para que repitiéndola todos los días pidas el amor de Jesucristo, ese amor que estamos buscando por medio de la excelsa María.
Después de la meditación de cada día, se han de rezar las siguientes oraciones.
Oraciones Diarias Correspondientes
Veni Creator Spiritus
Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado.
Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne.
Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo.
Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos,
y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén.
Ave Maris Stella
Salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.
Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.
Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.
Muestra que eres nuestra Madre,
que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.
Virgen singular,
dulce como ninguna,
líbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.
Facilítanos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.
Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor.
Amén.
Magnificat
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
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