Cuarta Parte
El Conocimiento de Jesucristo
Actos de amor a Dios, acción de gracias por las bendiciones de Jesús, contrición y resolución
Durante este período nos emplearemos en estudiar a Jesucristo. ¿Qué se tiene que estudiar de Jesucristo?
Primero: El Hombre- Dios, su gracia y gloria, después sus derechos en el dominio soberano sobre nosotros; ya que, habiendo renunciado a Satanás y al mundo, tomamos a Jesucristo como Nuestro Señor.
Segundo: Su vida interior; las virtudes y los actos de su Sagrado Corazón; su asociación con maría y los misterios de la Anunciación y Encarnación. Durante su infancia y vida oculta en la fiesta de las bodas de Caná y en el Calvario…
Ven, ¡Oh, Jesús!, que vives en María; ven a vivir y reinar en nosotros, que tu vida se exprese en nuestra vida para vivir tan sólo para Ti. Forja en nuestra alma, ¡Oh, Cristo!, tus virtudes, tu Espíritu divino y santidad, tus máximas perfectas y tus normas y el ardor de tu eterna caridad. Danos parte, Señor, en tus misterios para que te podamos imitar; tú que eres Luz de Luz, danos tus luces, y en pos de Ti podremos caminar. Reina, Cristo, en nosotros por tu Madre, sobre el demonio y la naturaleza, en virtud de tu nombre soberano, para la gloria del Padre celestial. Amén.
Oración de San Luis María Grignon de Monfort a Jesucristo
Dejadme, Amabilísimo Jesús mío, que dirija a Vos, para atestiguaros mi reconocimiento por la merced que me habéis hecho con la devoción de la esclavitud, dándome a vuestra Santísima Madre para que sea Ella mi abogada delante de vuestra Majestad, y en mi grandísima miseria mi universal suplemento.
¡Ay, Señor! Tan miserable soy, que sin esta buena Madre, infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que a mí me hace falta María, delante de Vos y en todas partes; me hace falta ara calmar vuestra justa cólera, pues tanto os he ofendido y todos los días os ofendo; me hace falta para detener los eternos y merecidos castigos con que vuestra justicia me amenaza, para pediros, para acercarme a Vos y para daros gusto; me hace falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para hacer siempre vuestra voluntad, buscar en todo vuestra mayor gloria.
¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia que habéis tenido conmigo! ¡Si pudiera hacer que conociera todo el mundo que si no fuera por María estaría yo condenado! ¡Si yo pudiera dignamente daros las gracias por tan grande beneficio! María está en mí. Haec facta est mihi. ¡Oh, qué tesoro! ¡Oh, qué consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré todo para Ella? ¡Oh, qué ingratitud! Antes la muerte. Salvador mío queridísimo, que permitáis tal desgracia, que mejor quiero morir que vivir sin ser todo de María. Mil y mil veces, como San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado en vez de todas mis cosas.
¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero si todavía no he hecho esta entrega a vuestro gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como vos queréis la haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo veis alguna cosa que no pertenezca a esta Princesa augusta, arrancadla, os ruego arrojadla lejos de mí; que no siendo de María, indigna es de Vos.
¡Oh, Espíritu Santo! Concededme todas las gracias, plantad, regad y cultivad en mi alma el árbol de la vida verdadero, que es la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dadme mucha devoción y mucha afición a María; que me apoye mucho en su seno maternal, y recurra de continuo a su misericordia, para que en ella forméis dentro de mí a Jesucristo, al natural, crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad perfecta. Amén.
Meditación del Día 33
El cuerpo se Cristo y la Sagrada Escritura son muy necesarios al alma fiel
¡Oh dulcísimo Señor Jesús! ¡Cuánta es la dulzura del alma devota, que se regala contigo en el banquete, donde se le presenta otro manjar que a su único amado, apetecible sobre todos los deseos de su corazón!
Sería ciertamente muy dulce para mí derramar en Tu presencia copia de lágrimas afectuosas, y regar con ellas tus pies, como la piadosa Magdalena. Mas, ¿Dónde está ahora esta devoción? ¿ Dónde el copioso derramamiento de lágrimas devotas?
Por cierto, en Tu presencia, y en la de tus santos ángeles, todo mi corazón debiera encenderse y llorar de gozo.
Porque en el Sacramento te tengo verdaderamente presente, aunque encubierto bajo otra especie.
Porque el mirarte en tu propia y divina claridad no podrían mis ojos resistirlo, ni el mundo entero subsistiría ante el resplandor de la gloria de Tu majestad.
Tienes, pues, consideración a mi debilidad cuando te ocultas bajo de este Sacramento.
Es menester practicar estas acciones en María. La Santísima Virgen es el verdadero paraíso terrenal del nuevo Adán, del cual el antiguo paraíso terrestre era sólo figura. Hay, pues, en este paraíso terrenal riquezas, bellezas, singularidades y dulzuras inexplicables que el nuevo Adán, Jesucristo, dejó en él.
En este paraíso tuvo El sus complacencias durante nueve meses, obró sus maravillas y ostentó sus riquezas con la magnificencia de Dios. En este paraíso terrestre es donde verdaderamente está el árbol de la vida, que es Jesucristo, fruto de la vida eterna; el árbol de la ciencia del bien y del mal que ha dado la luz al mundo. Hay en este lugar divino árboles plantados por la mano de Dios y rociados con su divina gracia, que han producido y todos los días dan frutos de un sabor exquisito. Solamente el Espíritu Santo puede hacer conocer la verdad escondida bajo las figuras de las cosas materiales.
El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama también a la Santísima Virgen, la puerta oriental por la cual el gran sacerdote Jesucristo entró en el mundo; por ella entró la primera vez y por ella vendrá la segunda.
Por último, es necesario hacer todas nuestras acciones para María. No que la tomemos como el último fin de nuestras acciones, que es sólo Jesucristo, sino por nuestro fin próximo, nuestro misterioso medio y manera segura para ir a El.
Es necesario emprender y hacer grandes cosas para esta augusta soberana, apoyados en su protección. Es necesario defender sus privilegios, cuando se le disputan, es necesario sostener su gloria, cuando se la ataca; llevar todo el mundo, si se puede, a su servicio y a esta sólida y verdadera devoción.
Es necesario no pretender de ella, como recompensa de estos pequeños servicios, más que el honor de pertenecer a una tan amable Princesa y la felicidad de estar por Ella unidos a Jesús Hijo en el tiempo y en la eternidad.
Lectura del Tratado de la Verdadera Devoción
Puntos 257 - 273
2. PRÁCTICAS
PARTICULARES E INTERIORES
PARA LOS QUE QUIEREN SER PERFECTOS
257. Además de las prácticas exteriores de devoción
que se acaban de referir, y que no se deben olvidar por negligencia ni menosprecio en cuanto el estado o la condición
de cada uno lo permita, he aquí algunas prácticas interiores
muy propias para los que el Espíritu Santo llama a una alta
perfección, que, en cuatro palabras, se reducen a ejecutar
todas las acciones por María, con María, en María y para
María, a fin de practicarlas más perfectamente por Jesús,
con Jesús, en Jesús y para Jesús. (Ver Nota del Editor después del núm. 265.)
1. Obrar por María
o conforme al espíritu de María
258. Es menester ejecutar las acciones por María, es
decir, es menester obedecer en todo a la Santísima Virgen y
conducirse en todo por su espíritu, que es el espíritu de
Dios. Los que son guiados por él, son hijos de Dios (Rm 8,
14). Los que son guiados por el espíritu de María, son hijos
de María, y por consiguiente hijos de Dios, y entre tantos
devotos de la Santísima Virgen, no hay más verdaderos y
fieles devotos que los que se conducen por su espíritu.
Porque el espíritu de María es el espíritu de Dios, ya
que Ella no se guió jamás por su propio espíritu, sino siempre por el espíritu divino, que de tal modo se hizo dueño de
María, que vino a ser su propio espíritu. Por esto San Ambrosio dijo: El alma de María esté en cada uno de nosotros
para glorificar al Señor, y el espíritu de María para regocijarnos en Dios.
¡Qué dichosa es un alma, cuando a ejemplo de un hermano jesuita llamado Rodríguez (hoy San Alonso Rodríguez), muerto en olor de santidad, está del todo poseída y
gobernada por el espíritu de María, que es un espíritu suave
y fuerte, celoso y prudente, humilde e intrépido, puro y fecundo!
259. Para que un alma se deje conducir por este espíritu de María, es menester:
1º. Renunciar a su propio espíritu, a sus propias luces
y a su voluntad antes de hacer alguna cosa: por ejemplo, antes de hacer la oración, de decir u oír la Santa Misa, de comulgar, etc., pues las tinieblas de nuestro propio espíritu y la
malicia de nuestra propia voluntad y operación, si las seguimos, aun cuando nos parezcan buenas, pondrían obstáculos
al santo espíritu de María.
2º. Es necesario entregarse al espíritu de María para
ser por él movidos y conducidos de la manera que Ella quiera. Es necesario ponerse y dejarse en sus manos virginales,
como un instrumento en las manos de un trabajador, como
un laúd en las manos de diestro tañedor. En necesario perderse y abandonarse en Ella, como una piedra que se arroja
al mar; y esto se hace sencillamente y en un instante, por
una sola ojeada del espíritu, un ligero movimiento de la voluntad o por medio de palabras, diciendo, por ejemplo: Me
renuncio a mí mismo y me doy a Vos querida Madre mía. Y
aunque no se experimente ninguna dulzura sensible en este
acto de unión, no por eso deja de ser verdadero: lo mismo
que si, Dios no permita, dijéramos con toda sinceridad: Me
doy al diablo, aunque lo dijéramos sin ningún cambio sensible, no perteneceríamos con menos verdad al demonio.
3º. Se debe, de cuando en cuando, durante la obra y
después de ella, renovar el mismo acto de ofrecimiento y de
unión, y cuanto más así lo hagamos, más pronto nos santificaremos, antes llegaremos a la unión con Jesucristo, unión
que siempre sigue necesariamente a la unión con María,
siendo así que el espíritu de María es el espíritu de Jesús.
2. Obrar con María o a imitación de María
260. Es necesario hacer todas nuestras obras con María; es decir: que debemos en nuestras acciones mirar a María como modelo acabado de toda virtud y perfección que el
Espíritu Santo ha formado en una pura criatura, para que lo
imitemos, según nuestra capacidad. Es menester, pues, que
en cada acción miremos cómo María la ha hecho o la haría
si estuviese en nuestro lugar.
Para esto debemos examinar y meditar las grandes virtudes que Ella practicó durante su vida, particularmente:
1º. su fe viva, por la cual creyó sin titubear la palabra
del ángel, y creyó fiel y constantemente hasta el pie de la
cruz;
2º. su humildad profunda, que la ha hecho ocultarse,
callarse, someterse a todo y colocarse siempre la última; 3º. su pureza toda divina, que no ha tenido ni tendrá
jamás igual bajo el cielo, y, en fin, todas sus demás virtudes.
Acordémonos, diré una vez más, que María es el grande y único molde de Dios (núm. 219), propio para hacer
imágenes vivas de Dios, con pocos gastos y en poco tiempo;
y que el alma que ha hallado este molde y se pierde en él,
muy pronto se transforma en Jesucristo, a quien este molde
representa al natural.
3. Obrar en María o en íntima unión con Ella
261. Es menester practicar estas acciones en María.
Para comprender bien esta práctica, es menester saber:
1º. que la Santísima Virgen es el verdadero paraíso
terrenal del nuevo Adán, del cual el antiguo paraíso terrestre
era sólo figura. Hay, pues, en este paraíso terrenal riquezas,
bellezas, singularidades y dulzuras inexplicables que el nuevo Adán, Jesucristo, dejó en él. En este paraíso tuvo Él sus
complacencias durante nueve meses, obró sus maravillas y
ostentó sus riquezas con la magnificencia de Dios.
Este santísimo lugar no está compuesto sino de tierra
virgen e inmaculada, de que fue formado el nuevo Adán por
la operación del Espíritu Santo que habita en él.
En este paraíso terrestre es donde verdaderamente está el árbol de la
vida, que es Jesucristo, fruto de la vida eterna; el árbol de la
ciencia del bien y del mal que ha dado la salud al mundo.
Hay en este lugar divino árboles plantados por la mano
de Dios y rociados con su divina gracia, que han producido
y todos los días dan frutos de un sabor exquisito; hay jardines esmaltados de hermosas y diferentes flores de virtudes,
cuyo olor embalsama el cielo.
Hay praderas verdes de esperanza, torres inexpugnables de fortaleza, moradas encantadoras de confianza.
Solamente el Espíritu Santo puede hacer conocer la
verdad escondida bajo las figuras de las cosas materiales.
Hay aire de perfecta pureza, hermoso sol sin sombra,
bello día sin noche; un horno ardiente y continuo de caridad,
en que todo hierro que en él se pone se funde y cambia en
oro; hay un río de humildad que sale de la tierra, y que, dividiéndose en cuatro brazos, riega todo este sitio encantador: estas son las cuatro virtudes cardinales.
262. 2º. El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama a la Santísima Virgen:
1º. la puerta oriental por la cual el gran sacerdote Jesucristo entró en el mundo; por ella entró la primera vez y
por ella vendrá la segunda.
2º. es menester también saber que la Santísima Virgen es el santuario de la Divinidad, el reclinatorio de la Santísima Trinidad, el trono de Dios, la ciudad de Dios, el altar
de Dios, el templo de Dios, el mundo de Dios. Todos estos
diferentes epítetos y alabanzas son muy verdaderos por su
relación con las diferentes maravillas que el Altísimo ha
obrado en María.
¡Oh, qué riquezas! ¡Oh, qué gloria! ¡Oh, qué placer!
¡Oh, qué dicha poder entrar y permanecer en María, en la
que el Altísimo puso el trono de su gloria suprema!
263. Pero cuán difícil es a pecadores como nosotros tener el permiso, la capacidad y la luz para entrar en un lugar
tan alto y tan santo, que está guardado, no por un querubín,
como el antiguo paraíso terrestre, sino por el mismo Espíritu
Santo, que se hizo dueño absoluto de él, y que lo ha llamado Huerto cerrado (Ct 4,12). María está cerrada; María está
sellada; los desgraciados hijos de Adán y Eva, echados del
paraíso terrestre, no pueden entrar en este paraíso sino por
una gracia particular del Espíritu Santo de que deben hacerse merecedores.
264. Después que se ha alcanzado por la fidelidad esta
insigne gracia, es menester permanecer en el Corazón de
María con complacencia, reposar en él en paz, apoyarse en
él con confianza, esconderse en él para seguridad, y darse a
él sin reserva, a fin de que en este virginal seno el alma sea
bien alimentada con la leche de su gracia y de su misericordia maternal; se despoje de las turbaciones, temores y escrúpulos y se ponga en seguridad contra todos sus enemigos: el mundo, el demonio y el pecado que jamás han estado
allí: por esto dice, que los que obran con ella no pecarán:
Los que están conmigo no pecarán; es decir, aquellos que
están en espíritu con la Santísima Virgen no pecarán: finalmente, para que ella se forme en Jesucristo y a Jesucristo en
ella; porque su seno es, como dicen los Santos Padres, la Sala de los Sacramentos divinos en donde se han formado Jesucristo y todos los elegidos: El Hombre y el hombre en ella
nacieron.
4. Obrar para María o al servicio de María
265. Por último, es necesario hacer todas nuestras acciones para María. Porque como estamos dedicados a su
servicio, es justo que todo lo hagamos para Ella como un
criado, un siervo o un esclavo; no que la tomemos como el
último fin de nuestras acciones, que es sólo Jesucristo, sino
por nuestro fin próximo, nuestro misterioso medio y manera
segura para ir a Él.
Así como un buen siervo y esclavo, es necesario no pertenecer ociosos, sino emprender y hacer grandes cosas para
esta augusta Soberana, apoyados en su protección.
Es necesario defender sus privilegios, cuando se los disputan; es
necesario sostener su gloria, cuando se la ataca; llevar todo
el mundo, si se puede, a su servicio y a esta sólida y verdadera devoción; hablar y escribir contra los que abusan de su
devoción para ultrajar a su Hijo, y al propio tiempo establecer esta verdadera devoción; es necesario no pretender de
ella, como recompensa de estos pequeños servicios, más
que el honor de pertenecer a una tan amable Princesa y la
felicidad de estar por Ella unidos a Jesús Hijo en el tiempo y
en la eternidad.
PRÁCTICA DE ESTA DEVOCIÓN
EN LA SAGRADA COMUNIÓN
1. ANTES DE LA COMUNIÓN
266. 1º. Os humillaréis profundamente ante Dios;
2º. renunciaréis a vuestras disposiciones por buenas que
vuestro amor propio os las haga ver;
3º. repetiréis vuestra consagración, diciendo: Soy todo
vuestro, mi amada Señora, con todo lo que tengo;
4º. suplicaréis a esta buena Madre que os preste su corazón para recibir en él a su Hijo con sus mismas disposiciones.
Le representaréis que conviene a la gloria de su Hijo no
ser colocado en un corazón tan manchado e inconstante como el vuestro, y que no por eso se perderá ni menoscabará
su gloria, sino que si Ella quiere venir a habitar en nosotros
para recibir a su Hijo, lo puede por el dominio que tiene sobre los corazones, y que su Hijo será por Ella bien recibido,
sin mancha y sin peligro de ser ultrajado ni perdido. Dios
está en medio de Ella, y no será conmovida. (Sal 46, 6).
Le diréis con la mayor confianza que todos los bienes
que le habéis dado son poca cosa para honrarla, pero que
por la santa Comunión queréis hacerle el mismo presente
que el Padre Eterno le ha hecho, y con el cual será más honrada que si le dieseis todos los bienes del mundo.
Y que, en fin, Jesús, que la ama sobre todo, de-sea aún
tener en Ella sus complacencias y su reposo, aunque sea en
vuestra alma, más miserable y más pobre que el establo
adonde Jesús no halló inconveniente en ir porque allí estaba
Ella. Le pediréis su Corazón con estas tiernas palabras: Yo
os recibo por mi todo: dadme vuestro corazón, oh María (Jn
19, 27; Pr 4, 10).
2. EN LA COMUNIÓN
267. Poco antes de recibir a Jesucristo y después del
Padre nuestro, diréis tres veces: Señor, yo no soy digno. La
primera vez, al Padre Eterno, que no sois digno por vuestros
malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan
bueno, de recibir a su Hijo único, pero que vea a María su
esclava, Ecce ancilla Domini (He aquí la esclava del Señor),
que ruega en vos y para vos y que os da una confianza singular para con su Majestad: Porque sólo tú, Señor, has asegurado mi esperanza (Sal 4, 10).
268. Diréis al Hijo: Señor, yo no soy digno; que no sois
digno de recibirle por vuestras inútiles y malas palabras, y
por vuestra infidelidad a su servicio, pero que, no obstante,
le suplicáis que tenga piedad de vos, que le introduciréis en
la morada de su propia Madre y vuestra, y que no le dejaréis
ir hasta que venga a habitar en ella: Le cogí y no lo soltaré,
en tanto no lo introduzca en casa de mi madre, en la habitación de quien me dio a luz (Ct 3, 4). Suplicadle que se levante y venga al lugar de su reposo y al arca de la santificación (Sal 131, 8).
Decidle que de ningún modo ponéis
vuestra confianza en vuestros méritos, fuerzas y preparación, como Esaú, sino en los de María, tu querida Madre,
como el humilde Jacob en los cuidados de Rebeca; que, por
muy pecador y Esaú que seas, te atreves a acercarte a su
santidad, apoyado y adornado de las virtudes de su Santísima Madre.
269. Diréis al Espíritu Santo: Señor, yo no soy digno;
que no sois digno de recibir al modelo perfecto de la caridad
a causa de la tibieza e iniquidad de vuestras acciones y de
vuestras resistencias a sus inspiraciones, pero que toda vuestra confianza está en María, su fiel Esposa, y le diréis con
San Bernardo: Esta es mi mayor confianza; ésta es toda la
razón de mi esperanza.
Puedes rogarle también que venga a María su Esposa
indisoluble; que su seno está tan puro y su corazón abrasado
como nunca; y que si Él no desciende a tu alma, ni Jesús ni
María se formarán en ella, ni serán dignamente hospedados.
3. DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
270. Después de la Sagrada Comunión, recogiéndoos
interiormente, introduciréis a Jesucristo en el Corazón de
María. Le daréis a su Madre, que le recibirá amorosamente,
le colocará honrosamente, le adorará profundamente, le
amará perfectamente, le abrazará estrechamente, y le hará,
en espíritu y en verdad, muchísimos oficios que, en nuestras
espesas tinieblas, nos son desconocidos.
271. O bien, estaréis profundamente humillados en
vuestro corazón, en presencia de Jesús que reside en María;
o permaneceréis como un esclavo a la puerta del palacio del
Rey, donde está hablando con la Reina, y mientras se hablan
mutuamente sin necesidad de vos, iréis en espíritu al cielo y
por la tierra a rogar a las criaturas que agradezcan, adoren y
amen a Jesús en María en vuestro nombre: Venid, adoremos; venid (Sal 94, 6).
272. O bien, pediréis a Jesús, en unión de María, el advenimiento de su reino sobre la tierra por su Santísima Madre, o la divina Sabiduría, o el amor divino, o el perdón de
vuestros pecados, o cualquier otra gracia, pero siempre por
María y en María, diciendo, mientras fijas los ojos en tu miseria: Señor, no miréis a mis pecados. Pero vean vuestros
ojos en mí las virtudes y méritos de María. Y recordando
vuestros pecados, añadiréis: Soy yo el que ha cometido estos
pecados. O también: Del hombre injusto y engañador, que
soy yo, líbrame, Señor (Sal 42, 1). O bien: Jesús mío, es
menester que Vos crezcáis en mi alma, y que yo decrezca;
María, mi buena Madre, es menester que Vos crezcáis en mí
y que yo disminuya más que nunca (Hb 10, 38).
273. El Espíritu Santo inspira y os inspirará otra infinidad de pensamientos, si sois interior, mortificado y fiel a esta grande y sublime devoción que acabo de enseñaros. Pero
acordaos siempre que cuanto más dejéis a María obrar en
vuestra Comunión, tanto más será glorificado Jesús; y dejaréis obrar más a María para Jesús, y a Jesús en María, cuanto más profundamente os humilléis, y con cuanta mayor paz
44
y silencio le escuchéis, sin inquietaros por ver, gustar ni sentir; porque el justo vive en todo de la fe, y particularmente
en la santa Comunión, que es un acto de fe: Mi justo vivirá
de la fe (Jn 3, 30).
¡GLORIA A JESÚS EN MARÍA!
¡GLORIA A MARÍA EN JESÚS!
¡GLORIA A SÓLO DIOS!
Después de la meditación de cada día, se han de rezar las siguientes oraciones.
Oraciones Diarias Correspondientes
ORACIONES QUE SE REZARÁN DESDE EL
DÍA 27º. AL 31º. INCLUSIVE
LETANÍA DEL ESPÍRITU SANTO
(Sólo para devoción privada)
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Trinidad Santa, un solo Dios,
A cada invocación responder: ilumínanos y santifícanos.
Espíritu que procede del Padre y del Hijo,
Espíritu del Señor, que al comienzo de la creación planeando sobre las aguas las fecundaste
Espíritu por inspiración del cual Han hablado los profetas.
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas.
Espíritu que das testimonio de Cristo.
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas.
Espíritu que sobreviene a María.
Espíritu del Señor que llena todo el orbe.
Espíritu de Dios que habita en nosotros.
Espíritu de sabiduría y de entendimiento.
Espíritu de consejo y de fortaleza.
Espíritu de ciencia y de piedad.
Espíritu de temor del Señor.
Espíritu de gracia y de misericordia.
Espíritu de fuerza, de dilección y de sobriedad
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz.
Espíritu de humildad y de castidad.
Espíritu de benignidad y de mansedumbre.
Espíritu de multiforme gracia.
Espíritu que escrutas los secretos de Dios.
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables.
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma.
Espíritu en el cual renacemos.
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones.
Espíritu de adopción de los hijos de Dios.
Espíritu que en lenguas de fuego sobre los apóstoles apareciste.
Espíritu con el cual fueron los apóstoles henchidos.
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres.
Sednos propicio, perdónanos, Señor.
Sednos propicio, escúchanos, Señor.
A cada invocación responder: líbranos, Señor
De todo mal,
De todo pecado.
De tentaciones e insidias del demonio.
De la presunción y desesperación.
De la resistencia a la verdad conocida
De la obstinación y de la impenitencia.
De la impureza de la mente y del cuerpo
Del espíritu de fornicación.
De todo espíritu del mal.
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo.
Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán.
A cada invocación responder: Te rogamos óyenos.
Por tu advenimiento sobre los discípulos.
En el día del juicio, nosotros pecadores.
Para que así como vivimos del Espíritu, obremos también por Él.
Para que recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos.
Para que viviendo según el Espíritu, no cumplamos los deseos de la carne.
A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne.
Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios.
Para que seamos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
Para que no creamos a todo espíritu.
Para que probemos a los espíritus si son de Dios.
Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud.
Para que nos confirmes por tu Espíritu soberano.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Oración:
Asístanos, te pedimos Señor, la virtud del Espíritu Santo, que purifique clemente nuestros corazones, y nos preserve de todo mal. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
Ave Maris Stella
Salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.
Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.
Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.
Muestra que eres nuestra Madre,
que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.
Virgen singular,
dulce como ninguna,
líbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.
Facilítanos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.
Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor. Amén.
LETANÍA DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS
Señor, ten piedad de nosotros. (bis)
Cristo, ten piedad de nosotros. (bis)
Señor, ten piedad de nosotros. (bis)
Jesús, óyenos.
Jesús, óyenos.
Jesús, escúchanos.
Jesús, escúchanos.
Dios, Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo, íd.
Dios, Espíritu Santo, íd.
Dios santo, trino y uno, íd.
Jesús hijo de Dios vivo, íd.
Jesús, resplandor del Padre, íd.
Jesús, candor de la luz eterna, íd.
Jesús, rey de la gloria, íd.
Jesús, sol de justicia, íd.
Jesús, Hijo de la Virgen María, íd.
Jesús, amable, íd.
Jesús, admirable, íd.
Jesús, Dios fuerte, íd.
Jesús, Padre del siglo futuro, íd.
Jesús, ángel del gran consejo, íd.
Jesús, poderosísimo, íd.
Jesús, obedientísimo, íd.
Jesús, manso y humilde de corazón, íd.
Jesús, amador de la castidad, íd.
Jesús, amador nuestro, íd.
Jesús, Dios de paz, íd.
Jesús, autor de la vida, íd.
Jesús, modelo de virtudes, íd.
Jesús, celador de las almas, íd.
Jesús, Dios nuestro, íd.
Jesús, refugio nuestro, íd.
Jesús, padre de los pobres, íd.
Jesús, tesoro de los fieles, íd.
Jesús, buen pastor, íd.
Jesús, luz verdadera, íd.
Jesús, sabiduría eterna, íd.
Jesús, bondad infinita, íd.
Jesús, camino y vida nuestra, íd.
Jesús, gozo de los ángeles, íd.
Jesús, rey de los patriarcas, íd.
Jesús, maestro de los apóstoles, íd.
Jesús, doctor de los evangelistas, íd.
Jesús, fortaleza de los mártires, íd.
Jesús, luz de los confesores, íd.
Jesús, pureza de las vírgenes, íd.
Jesús, corona de todos los santos, íd.
Sednos propicio, perdónanos, Jesús.
Sednos propicio, escúchanos, Jesús.
De todo mal, líbranos, Jesús.
De todo pecado, íd.
De tu ira, íd.
De los lazos del demonio, íd.
Del espíritu de fornicación, íd.
De la muerte eterna, íd.
Del desprecio de tus inspiraciones, íd.
Por el misterio de tu santa encarnación, íd.
Por tu nacimiento, íd.
Por tu infancia, íd.
Por tu vida divina, íd.
Por tus trabajos, íd.
Por tu pasión y gloria, íd.
Por tu cruz y desamparo, íd.
Por tus angustias, íd.
Por tu muerte y sepultura, íd.
Por tu resurrección, íd.
Por tu ascensión, íd.
Por tus gozos, íd.
Por tu gloria, íd.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, Jesús, perdónanos.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, Jesús, escúchanos.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, Jesús, ten piedad de nosotros.
Jesús, óyenos.
Jesús, óyenos.
Jesús, escúchanos.
Jesús, escúchanos.
V. Bendito sea el nombre del Señor.
R. Ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, que dijiste: Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; te suplicamos derrames sobre nosotros la ternura de tu divino amor, a fin de que amándote de todo corazón, con palabra y con obras, nunca cesemos de alabarte. Haz, Señor, que temamos y amemos también perpetuamente tu santo nombre, porque jamás abandona tu providencia a los que proteges con la fortaleza de tu amor. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
LETANIA DE NUESTRA SEÑORA
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial. Ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo.
Dios Espíritu Santo.
Trinidad Santa un solo Dios.
A cada invocación responder: Ruega por nosotros
Santa María.
Santa Madre de Dios.
Santa Virgen de las vírgenes.
Madre de Cristo.
Madre de la Iglesia.
Madre de la divina gracia.
Madre purísima.
Madre castísima.
Madre inviolada.
Madre virgen.
Madre inmaculada.
Madre amable.
Madre admirable.
Madre del buen consejo.
Madre del Creador.
Madre del Salvador.
Virgen prudentísima.
Virgen digna de veneración.
Virgen digna de alabanza.
Virgen poderosa.
Virgen clemente.
Virgen fiel.
Esclava del Señor.
Espejo de justicia.
Trono de sabiduría.
Causa de nuestra alegría.
Vaso espiritual.
Vaso honorable.
Vaso insigne de devoción.
Rosa mística.
Torre de David.
Torre de marfil.
Casa de oro.
Arca de la alianza.
Puerta del cielo.
Estrella de la mañana.
Salud de los enfermos.
Refugio de los pecadores.
Consoladora de los afligidos.
Auxilio de los cristianos.
Reina de los ángeles.
Reina de los patriarcas.
Reina de los profetas.
Reina de los apóstoles.
Reina de los mártires.
Reina de los confesores.
Reina de las vírgenes.
Reina de todos los santos.
Reina concebida sin mancha original.
Reina asunta a los cielos.
Reina del Santísimo Rosario.
Reina de la familia.
Reina de la paz.
Reina de los esclavos de amor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que nos hagamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración:
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión gloriosa de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo, y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN DE MONTFORT A JESUCRISTO
Dejadme, amabilísimo Jesús mío, que me dirija a Vos, para atestiguaras mi reconocimiento por la merced que me habéis hecho con la devoción de la Esclavitud, dándome a vuestra Santísima Madre para que sea Ella mi abogada delante de vuestra Majestad, y en mi grandísima miseria mi universal suplemento.
¡Ay, Señor! tan miserable soy, que sin esta buena Madre, infaliblemente me hubiera perdido. Sí, que a mí me hace falta María, delante de Vos y en todas partes; me hace falta para calmar vuestra justa cólera, pues tanto os he ofendido y todos los días os ofendo; me hace falta para detener los eternos y merecidos castigos con que vuestra justicia me amenaza, para pediros, para acercarme a Vos y para daros gusto; me hace falta para salvar mi alma y la de otros; me hace falta, en una palabra, para hacer siempre vuestra voluntad, buscar en todo vuestra mayor gloria. ¡Ah, si pudiera yo publicar por todo el universo esta misericordia que habéis tenido conmigo! ¡Si pudiera hacer que conociera todo el mundo que si no fuera por María estaría yo condenado! ¡Si yo pudiera dignamente daros las gracias por tan grande beneficio! María está en mí. Haec facta est mihi.
¡Oh, qué tesoro! ¡Oh, qué consuelo! Y, de ahora en adelante, ¿no seré todo para Ella? ¡Oh, qué ingratitud! Antes la muerte. Salvador mío queridísimo, que permitáis tal desgracia, que mejor quiero morir que vivir sin ser todo de María. Mil y mil veces, como San Juan Evangelista al pie de la cruz, la he tomado en vez de todas mis cosas. ¡Cuántas veces me he entregado a Ella! Pero si todavía no he hecho esta entrega a vuestro gusto, la hago ahora, mi Jesús querido, como vos queréis la haga. Y si en mi alma o en mi cuerpo veis alguna cosa que no pertenezca a esta Princesa augusta, arrancadla, os ruego arrojadla lejos de mí; que no siendo de María, indigna es de Vos.
¡Oh, Espíritu Santo! Concededme todas las gracias, plantad, regad y cultivad en mi alma el árbol de la vida verdadero, que es la amabilísima María, para que crezca y florezca y dé con abundancia el fruto de vida. ¡Oh, Espíritu Santo! Dadme mucha devoción y mucha afición a María; que me apoye mucho en su seno maternal, y recurra de continuo a su misericordia, para que en ella forméis dentro de mí a Jesucristo, al natural, crecido y vigoroso hasta la plenitud de su edad perfecta. Amén.
Oh, Jesús, que vives en María
Ven, ¡Oh Jesús!, que vives en María; ven a vivir y reinar en nosotros, que tu vida se exprese en nuestra vida para vivir tan sólo para Ti. Forja en nuestra alma, ¡oh, Cristo!, tus virtudes, tu Espíritu divino y santidad, tus máximas perfectas y tus normas y el ardor de tu eterna caridad. Danos parte, Señor, en tus misterios para que te podamos imitar; tú que eres Luz de Luz, dan os tus luces, y en pos de ti podremos caminar. Reina, Cristo, en nosotros por tu Madre, sobre el demonio y la naturaleza, en virtud de tu nombre soberano, para la gloria del Padre celestial. Amén.
RÉCESE EL SANTO ROSARIO DE LA SANTISIMA VIRGEN
No hay comentarios:
Publicar un comentario