sábado, 12 de abril de 2025

Preparación para la Consagración Total a la Santísima Virgen - Dia 26

Tercera Parte
El conocimiento de María
 
Los actos de amor, afectos piadosos hacia la Santísima Virgen, imitación de sus virtudes, especialmente su humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega, su continua oración mental, su mortificación en todas las cosas, su pureza incomparable, su caridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzura angelical y su sabiduría divina: <> como dice san Luis María Grignion de Montfort, las diez virtudes principales de la santísima Virgen. 
 
Tenemos que unirnos a Jesús por María, ésta es la característica de nuestra devoción; por tanto, San Luis María Grignion de Montfort nos pide que nos empleemos a fondo para adquirir un conocimiento de la Santísima Virgen. María es nuestra soberana y nuestra medianera, nuestra Madre y nuestra Señora.Esforcémonos, pues, en conocer los efectos de esta realeza, de esta mediación, y de esta maternidad, así como las grandezas y prerrogativas que son los fundamentos o consecuencias de ello. Nuestra Santísima Madre también es perfecta –un molde en donde podemos ser moldeados para poder hacer nuestras sus intenciones y disposiciones. Esto no lo conseguiremos sin estudiar la vida interior de María, o sea, sus virtudes, sus sentimientos, sus acciones, su participación en los misterios de Jesucristo y su unión con El.
 
Meditación del Día 26
 
Si queréis comprender a la Madre, dice un santo, comprended al Hijo, pues es una Madre digna de Dios: Que aquí toda lengua enmudezca. Para demostrar que la divina María ha estado desconocida hasta ahora, y que es una de las razones por las cuales Jesucristo no es conocido como debe serlo. Si, pues, como es cierto, el reino de Jesucristo ha de venir al mundo, no será sino consecuencia necesaria del conocimiento del reino de la Santísima Virgen María, que le trajo al mundo la vez primera y le hará resplandecer en la segunda venida.

Confieso con toda la Iglesia que no siendo María sino una pura criatura salida de las manos del Altísimo, comparada con la Majestad infinita es menos que un átomo, o más bien es nada, puesto que sólo Dios es quien es, y por consiguiente, confieso que este gran Señor, Ser soberano y absoluto, ni ha tenido ni ahora tiene necesidad alguna de la Santísima Virgen para hacer su voluntad santísima y para manifestar su gloria. Basta que Dios quiera, para que todo se haga.

Digo, sin embargo, que así y todo, habiendo querido Dios empezar y concluir sus más grandes obras por la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará de conducta en el transcurso de los siglos, pues es Dios y no varía en sus sentimientos ni en su proceder.

María es la Reina del cielo y de la tierra por la gracia, como Jesús es Rey por naturaleza y por conquista; pues el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón y en el interior del hombre, según estas palabras: “El reino de Dios está dentro de vosotros “, del mimo modo el reino de la Santísima Virgen está principalmente en el interior del hombre, es decir, en las almas, y en las almas es en donde principalmente está más glorificada con su Hijo que en todas las criaturas visibles, y podemos llamarla con los santos, Reina de los corazones.
 
Lectura del Tratado de la Verdadera Devoción
 
Puntos 208 - 212

2º. María los alimenta 

208. El segundo acto de caridad que la Virgen ejerce para con sus fieles servidores es que les proporciona todo cuanto atañe a su cuerpo y a su alma. Les da vestidos dobles, como acabamos de ver; les da de comer los platos más exquisitos de la mesa de Dios; les da a comer el pan de vida que Ella ha formado. Hijos míos queridos, les dice bajo el nombre de la Sabiduría, llenaos de mis generaciones (Si 24, 26), es decir, de Jesús, el fruto de vida que he puesto en el mundo para vosotros. Venid, les dice en otra parte, comed mi pan, que es Jesús, bebed el vino de su amor, que yo he mezclado para vosotros (Pr 9, 5). 

Como María es la tesorera y la dispensadora de los dones y de las gracias del Altísimo, da una buena porción, y la mejor, para alimentar y conservar a sus hijos y servidores; los nutre con el pan vivo, y los embriaga con el vino que engendra vírgenes (Za 9, 17); y encuentran tan suave el yugo de Jesucristo, que apenas sienten su peso; porque el yugo se pudrirá a causa de la unción espiritual (Is 10, 27). 

3º. María los conduce 

209. El tercer bien que la Santísima Virgen hace a sus devotos, es conducirlos y dirigirlos según la voluntad de su Hijo. Rebeca conducía a Jacob y le daba avisos de cuando en cuando, ya para atraer sobre él la bendición de su padre, ya para evitarle el odio y la persecución de su hermano Esaú. María, que es la estrella del mar, - conduce a todos sus buenos servidores a buen puerto; - les muestra los caminos de la vida eterna, y - hace que eviten los pasos peligrosos; - los guía con su mano por los senderos de la justicia; - los sostiene cuando están a punto de caer; - los levanta cuando han caído; - los reprende como madre cariñosa cuando faltan, - y aun los castiga alguna vez amorosamente. Si un hijo obedece a María, ¿podrá extraviarse en los caminos de la eternidad? Si la seguís, dice San Bernardo, no os extraviaréis. 

No temáis que un verdadero hijo de María sea engañado por el espíritu maligno y caiga en herejía formal. Donde está María de conductora, no están ni el espíritu maligno con sus ilusiones, ni los herejes con sus sutilezas: Teniéndola no te engañas. 

4º. María los defiende y protege 

210. El cuarto buen oficio que la Santísima Virgen hace con sus hijos y fieles servidores, es defenderlos y protegerlos contra sus enemigos: Rebeca, con sus cuidados y su industria, libró a Jacob de todos los peligros en que se vio, y particularmente de la muerte que su hermano Esaú le hubiera ciertamente dado por el odio y la envidia que le tenía, como en otro tiempo Caín a su hermano Abel; María, la buena Madre de los predestinados, los esconde bajo las alas de su protección, como una gallina a sus polluelos, les habla, se abaja a ellos y condesciende con todas sus debilidades para asegurarlos contra el gavilán y el buitre; se coloca en torno de ellos, los acompaña como un ejército ordenado en batalla. ¿Puede temer de sus enemigos un hombre rodeado de un ejército bien ordenado de cien mil hombres? Un servidor fiel de María, escudado con su protección y su imperial potestad, tiene menos todavía que temer. 

Esta buena Madre y poderosa Princesa de los cielos enviaría millares de ángeles en socorro de uno de sus hijos, para que no se pudiera alguna vez decir que un fiel servidor de María, que puso su confianza en Ella, había sucumbido a la malicia, al número y a la fuerza de sus enemigos. 

5º. María intercede por ellos 

211. En fin, el mayor bien que la amable María procura a sus fieles devotos es el interceder por ellos para con su Hijo, y aplacarle con sus ruegos. Los une a Él y los conserva con un lazo muy apretado.

Rebeca hizo que Jacob se acercase al lecho de su padre, y el buen viejo lo tocó, lo abrazó, y aun lo besó con gozo, y contento como estaba y satisfecho de la comida que le había llevado, y gozoso de haber sentido los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó: he aquí el olor de mi hijo, que es como el olor de un campo lleno, que el Señor ha bendecido. Este campo lleno, cuyo olor embriaga el corazón del padre, no es otro más que el olor de las virtudes y de los méritos de María, que es un campo fértil en gracias, en que Dios su padre ha sembrado, como grano de trigo de los elegidos, a su Hijo único. ¡Y qué bien recibido es por Jesucristo, Padre sempiterno, el hijo perfumado con el olor gratísimo de María! ¡Y qué pronto queda perfectamente unido a Él, como por extenso lo hemos demostrado antes! 

212. Además, después que la Santísima Virgen ha colmado de sus favores a sus hijos y fieles servidores y les ha alcanzado la bendición del Padre celestial y la unión con Jesucristo, los conserva en Jesucristo, y a Jesucristo en ellos; los guarda y vela siempre sobre ellos, temiendo no pierden la gracia de Dios y caigan en los lazos de sus enemigos, y les hace perseverar hasta el fin, como ya lo hemos visto. Tal es la explicación de esta grande y antigua figura de la predestinación y de la reprobación, tan desconocida y tan llena de misterios.

Después de la meditación de cada día, se han de rezar las siguientes oraciones.
 
Oraciones Diarias Correspondientes
ORACIONES QUE SE REZARÁN DESDE EL
DÍA 20º. AL 26º. INCLUSIVE

LETANÍA DEL ESPÍRITU SANTO
(Sólo para devoción privada)

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

Dios Padre Celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo, 
Dios, Espíritu Santo, 
Trinidad Santa, un solo Dios, 

A cada invocación responder: ilumínanos y santifícanos.

Espíritu que procede del Padre y del Hijo,
Espíritu del Señor, que al comienzo de la creación planeando sobre las aguas las fecundaste
Espíritu por inspiración del cual Han hablado los profetas. 
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas. 
Espíritu que das testimonio de Cristo. 
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas.
Espíritu que sobreviene a María. 
Espíritu del Señor que llena todo el orbe. 
Espíritu de Dios que habita en nosotros. 
Espíritu de sabiduría y de entendimiento. 
Espíritu de consejo y de fortaleza. 
Espíritu de ciencia y de piedad. 
Espíritu de temor del Señor.
Espíritu de gracia y de misericordia. 
Espíritu de fuerza, de dilección y de sobriedad 
Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz. 
Espíritu de humildad y de castidad. 
Espíritu de benignidad y de mansedumbre. 
Espíritu de multiforme gracia.
Espíritu que escrutas los secretos de Dios. 
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables.  
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma.  
Espíritu en el cual renacemos. 
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones. 
Espíritu de adopción de los hijos de Dios.
Espíritu que en lenguas de fuego sobre los apóstoles apareciste. 
Espíritu con el cual fueron los apóstoles henchidos. 
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres. 

Sednos propicio, perdónanos, Señor.
Sednos propicio, escúchanos, Señor.

A cada invocación responder: líbranos, Señor

De todo mal, 
De todo pecado. 
De tentaciones e insidias del demonio. 
De la presunción y desesperación. 
De la resistencia a la verdad conocida 
De la obstinación y de la impenitencia. 
De la impureza de la mente y del cuerpo
Del espíritu de fornicación.
De todo espíritu del mal. 
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo.
Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán.

A cada invocación responder: Te rogamos óyenos.

Por tu advenimiento sobre los discípulos.
En el día del juicio, nosotros pecadores.
Para que así como vivimos del Espíritu, obremos también por Él.
Para que recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos.
Para que viviendo según el Espíritu, no cumplamos los deseos de la carne.
A fin de que por el Espíritu mortifiquemos las obras de la carne. 
Para que no te contristemos a Ti, Espíritu Santo de Dios.
Para que seamos solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. 
Para que no creamos a todo espíritu. 
Para que probemos a los espíritus si son de Dios. 
Para que te dignes renovar en nosotros el espíritu de rectitud. 
Para que nos confirmes por tu Espíritu soberano. 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

Oración:
Asístanos, te pedimos Señor, la virtud del Espíritu Santo, que purifique clemente nuestros corazones, y nos preserve de todo mal. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
 
LETANIA DE NUESTRA SEÑORA

Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

Dios Padre celestial. Ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo. 
Dios Espíritu Santo. 
Trinidad Santa un solo Dios. 

A cada invocación responder: Ruega por nosotros

Santa María. 
Santa Madre de Dios. 
Santa Virgen de las vírgenes. 
Madre de Cristo. 
Madre de la Iglesia. 
Madre de la divina gracia. 
Madre purísima. 
Madre castísima. 
Madre inviolada. 
Madre virgen. 
Madre inmaculada.
Madre amable. 
Madre admirable. 
Madre del buen consejo. 
Madre del Creador. 
Madre del Salvador.
Virgen prudentísima. 
Virgen digna de veneración. 
Virgen digna de alabanza. 
Virgen poderosa. 
Virgen clemente.
Virgen fiel. 
Esclava del Señor. 
Espejo de justicia. 
Trono de sabiduría.
Causa de nuestra alegría. 
Vaso espiritual. 
Vaso honorable. 
Vaso insigne de devoción. 
Rosa mística. 
Torre de David. 
Torre de marfil. 
Casa de oro. 
Arca de la alianza. 
Puerta del cielo. 
Estrella de la mañana. 
Salud de los enfermos. 
Refugio de los pecadores. 
Consoladora de los afligidos. 
Auxilio de los cristianos. 
Reina de los ángeles. 
Reina de los patriarcas. 
Reina de los profetas.
Reina de los apóstoles. 
Reina de los mártires. 
Reina de los confesores. 
Reina de las vírgenes. 
Reina de todos los santos. 
Reina concebida sin mancha original. 
Reina asunta a los cielos. 
Reina del Santísimo Rosario. 
Reina de la familia. 
Reina de la paz.
Reina de los esclavos de amor 

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que nos hagamos dignos de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración:
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión gloriosa de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo, y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
 
Ave Maris Stella

Salve, estrella del mar,
Madre santa de Dios
y siempre Virgen,
feliz puerta del cielo.

Aceptando aquel «Ave»
de la boca de Gabriel,
afiánzanos en la paz
al trocar el nombre de Eva.

Desata las ataduras de los reos,
da luz a quienes no ven,
ahuyenta nuestros males,
pide para nosotros todos los bienes.

Muestra que eres nuestra Madre,
que por ti acoja nuestras súplicas
Quien nació por nosotros,
tomando el ser de ti.

Virgen singular,
dulce como ninguna,
líbranos de la culpa,
haznos dóciles y castos.

Facilítanos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús,
nos podamos alegrar para siempre contigo.

Alabemos a Dios Padre,
glorifiquemos a Cristo soberano
y al Espíritu Santo,
y demos a las Tres personas un mismo honor. Amén.
 
ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA de San Luis Mª Grignion de Montfort
 
¡Salve, María, amadísima Hija del Eterno Padre; salve María, Madre admirable del Hijo; salve, Madre, fidelísima Esposa del Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Maestra, mi poderosa Soberana; salve, gozo mío, gloria mía, mi corazón y mi alma! Sois toda mía por misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia, pero todavía no lo soy bastante. De nuevo me entrego a Ti todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada, ni para mí, ni para otros.
 
Si algo ves en mí que todavía no sea tuyo, tómalo enseguida, te lo suplico, y hazte dueña absoluta de todos mis haberes para destruir y desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrada a Dios y plantar y levantar y producir todo lo que os guste. La luz de tu fe disipe las tinieblas de mi espíritu; tu humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; tu contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; tu continua vista de Dios llene de su presencia mi memoria, el incendio de caridad de tu corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a tus virtudes mis pecados; tus méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haz, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el tuyo para conocer a Jesucristo y entender sus divinas voluntades; que no tenga más alma que la tuya para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el tuyo para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Tú.
 
No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun espirituales. Para Ti el ver claro, sin tinieblas; para Ti el gustar por entero sin amargura; para Ti el triunfar gloriosa a la diestra de tu Hijo, sin humillación; para Ti el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer, en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Ésta es, divina María, la mejor parte que se te ha concedido, y que jamás se te quitará, que es para mi grandísimo gozo. Para mí y mientras viva no quiero otro sino el experimentar el que Tú tuviste: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Ti, sin interés, como el más vil de los esclavos. 
 
La sola gracia, que por pura misericordia te pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amen es: amén (así sea) a todo lo que hiciste en la tierra cuando vivías; amén a todo lo que haces al presente en el cielo; amén a todo lo que obras en mi alma, para que en ella no haya nada más que Tú, para glorificar plenamente a Jesús en mí, ahora y en la eternidad. Amén.

RÉCESE EL SANTO ROSARIO DE LA SANTISIMA VIRGEN 

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